Por Guillermo Bernal Franco
La República Amorosa de AMLO, quedó en el olvido fue una patraña para engañar a la gente, pues ahora vemos al verdadero verdugo que se opone a todo lo que no le favorece.
Cuestionar los resultados de la elección presidencial únicamente se le ocurre a un demente, pues como todos sabemos los observadores extranjeros valoraron la calidad de la elección como la mejor hasta el momento en muchos años.
Con desplantes prepotentes anunciaba AMLO antes de las elecciones que sería el ganador, seguramente ya había comprado los votos y le fallaron los electores que decidieron votar por EPN, por ser la mejor opción para México. No existe otra explicación ante su terquedad de que fue el ganador.
Desde el punto de vista legal la ley es muy precisa, gana el que tiene el mayor número de votos. Los insolentes argumentos de los llamados partidos de Izquierda contravienen los principios de legalidad que establece la ley en la materia. La interpretación perversa de la ley como vulgares leguleyos es inmoral y cuestiona la limpieza del proceso por parte de los ciudadanos que participaron en las casillas, así como de la autoridad que es el IFE.
Como lo ha expresado el CEN del PRI, AMLO, es mal perdedor, sí no gana quiere arrebatar y eso no se vale en una sociedad cada día más civilizada.
Deben ser castigados quienes maquinan compra de votos u otra supuesta causal para perjudicar al candidato ganador en su imágen y hacer dilatorio el proceso en la entrega de su constancia.
La autoridad electoral no puede aceptar amenazas draconianas de quien sin razón reclama un derecho que no le han otorgado los electores.
Es importante señalar que la ley no se hizo a modo de AMLO, el abuso indebido de los preceptos constitucionales pone de manifiesto el desconocimiento de la ley y su distorsionada interpretación. Los órganos electorales darán respuesta adecuada a un personaje antagónico con largo historial de conflictos en los que ha estado involucrado por su inadecuado razonamiento.
